En el diario LA NACION de la ciudad de Buenos Aires, se publicó una nota relativa al sismo que asoló a Japón con el irrespetuoso título "No es Dios ni el demonio; es la geología", insinuando que el destino del planeta no está en manos de los dioses.
¡Desgraciados! Allá ellos con sus creencias, pero por suerte, abundan los ministros -rabinos, obispos y ayatholas- que nos recuerdan que los males del mundo, todos ellos, cualquiera sea su tipo: catástrofes naturales, atentados, guerras, enfermedades, etc. cumplen el rol que desempeñaba Atila en tiempos pretéritos: el de azote que los dioses envían a los seres humanos para recordarnos que no es conveniente apartarnos de sus enseñanzas.
De no ser por la eficaz y constante prédica de estos ministros, los descarados del siglo XXI podrían llegar a creer que el sol no es el centro del universo o que la vida y la concepción no son milagros sino procesos biológicos o que el destino del hombre es otro distinto del de buscar a dios.
Que el mensaje divino llegue en la forma que dios quiera pues siempre sera un regalo para los creyentes ¡amén!